En las costas del Caribe hondureño, la comunidad garífuna de Corozal vibra con cultura, identidad y belleza natural. Sus playas doradas, su gastronomía ancestral y la calidez de su gente forman un entorno único, pero también contrastan con una realidad compleja: pobreza, discriminación y un persistente problema de trabajo infantil.
En medio de estos desafíos, se levanta una voz firme y compasiva: Yadira García, una mujer garífuna de 39 años que ha dedicado su vida a proteger los derechos de la niñez en Corozal. Con fuerza, empatía y liderazgo, Yadira trabaja junto a World Vision Honduras y el Comité Local Contra el Trabajo Infantil (CLC) para erradicar esta problemática y construir un futuro más justo para los niños y niñas de su comunidad.
Su historia es un ejemplo poderoso de cómo el compromiso local puede transformar vidas. Yadira lidera un grupo de mujeres que, con esfuerzo diario, buscan asegurar que ningún niño tenga que cargar con responsabilidades que le arrebaten su infancia. Promueven la matrícula escolar, organizan campañas de útiles escolares, visitan familias y mantienen contacto directo con la escuela Ramón Rosa para garantizar que la educación llegue a quienes más la necesitan.
Durante la pandemia, cuando las escuelas cerraron y los riesgos para la niñez aumentaron, el CLC no se detuvo. Crearon un huerto infantil, donde los niños pudieron aprender sobre cultivo, cooperación y resiliencia. Este proyecto se convirtió en un símbolo de esperanza y sigue funcionando hoy como una alternativa educativa y emocional.
Uno de los mayores retos actuales es la emigración, que ha afectado la asistencia escolar. Pero para Yadira, esto no es motivo de rendirse: es una llamada a redoblar esfuerzos. Este año, el CLC se ha propuesto buscar activamente a los niños no matriculados, hablar con sus familias y encontrar soluciones en conjunto.
Además de su trabajo educativo, Yadira impulsa ferias comunitarias sobre derechos laborales y los peligros del trabajo infantil, y colabora con la Red de Mujeres de Corozal para abordar la violencia de género. Reconoce que proteger a las madres también significa proteger a sus hijos. Gracias a estas alianzas, han creado una red de asesoría laboral que orienta a las familias adultas y previene la exposición de los niños a entornos laborales inseguros.
Las charlas en las escuelas, adaptadas a la edad de los niños, enseñan sobre sus derechos y los animan a soñar en grande. Las tardes infantiles no solo brindan espacios seguros de juego, sino que también fortalecen los lazos comunitarios y ofrecen apoyo emocional a las madres.
La visión de Yadira va más allá de lo inmediato. Junto con el CLC, ha fortalecido vínculos con las autoridades locales y la Secretaría de Trabajo, sabiendo que enfrentar el trabajo infantil requiere una acción colectiva y sostenida.
Hoy, en Corozal, Yadira y su equipo de mujeres de “corazón colosal” son el reflejo del poder de la acción comunitaria. Con amor, compromiso y resiliencia, están sembrando un futuro donde cada niño y niña tenga la oportunidad de aprender, jugar y construir un mañana lleno de posibilidades.
Esta historia no solo muestra el impacto local de su labor; también es una invitación a que más personas, organizaciones y donantes se sumen a este esfuerzo. Porque cuando una comunidad se une por su infancia, el cambio deja de ser un sueño y comienza a ser una realidad.